sábado, 30 de julio de 2016

Por desgracia a ocurrido ¡Una vez más!


De nuevo un compañero de asociación (aunque no asiste a ella más que de tarde en tarde por creerse “suficientemente” rehabilitado) ha tenido una fuerte recaída.


Como es lógico al tratarse de un blog que habla siempre sobre un tema específico como la ludopatía, todas sus entradas y comentarios a las mismas están relacionados entre sí. Por ejemplo, de las últimas cuatro entradas tres de ellas incluso en su título tratan de hacernos recapacitar tanto a enfermos como familiares si tenemos claro que significa ser ludópata y que camino se debe seguir cuando se pretende controlar, que no curar puesto que eso es imposible, nuestra enfermedad o la de un ser querido con el que posiblemente convivamos.

La paradoja de esta posible rehabilitación es que se trata de seguir unos pocos, fáciles y claros pasos llamados medidas preventivas, fáciles y claras, pero a la vista está que no sencillas de cumplir. Tanto enfermos como familiares estamos tan ansiosos de conseguir resultados, que a la mínima mejoría que nos parece detectar, tratamos de autoengañarnos y rápidamente empezamos a suavizar y por lo tanto a desvirtuar las medidas preventivas ¡sí! esas medidas que nos  han permitido poder estar en una situación mejor, más controlada sí, pero también más tranquila para todos aunque conlleve algún que otro esfuerzo por nuestra parte cómo el tener que realizar alguna tarea que antes hacia otra persona, o que directamente no se realizaba como en el caso del control del dinero por ejemplo.

Sea como sea, el caso es que por mucho que se repita una y otra vez en la asociación e incluso desde este mismo blog (recordad, tres de cuatro últimas entradas) da la sensación que nadie escucha, nadie hace caso, ¡Otra vez el "pesao" este repitiendo lo de siempre! Da la sensación que después de un tiempo de disgusto y malestar tras algún batacazo más o menos importante, cualquier cosa tiene más importancia que seguir las medidas preventivas, una de las cuales recalca la importancia de seguir acudiendo a las terapias de grupo con la mayor asiduidad posible, al menos no dejar que pasen largos periodos sin aparecer por ellas, en algunos casos incluso de meses y para más inri el día que por fin se encuentra el “hueco” en nuestra apretada agenda y se va, se pasa por ella en blanco… sin participar, o tan solo algún escueto comentario para decir “todo bien, gracias” y poco más. Cualquier escusa es buena y valida para quitarnos la terapia de grupo de encima.

Luego cuando llegan las avisadas recaídas, nos echamos las manos a la cabeza diciendo ¡Cómo es posible que haya pasado esto! ¡Con lo bien que iba! Lo cierto es que la respuesta a esa pregunta es tan fácil y a la vez tan difícil de seguir, como las medidas preventivas. Porque más tarde tras la recaída ¿Ahora qué? No os parece después de estar otra vez mal, en muchas ocasiones incluso peor que en un principio, que hubiese merecido la pena tal y como nos decían, ir a las reuniones, llevar más control o seguir más fielmente las medidas preventivas, que ir a esa fiesta o celebración, ver ese partido de futbol del siglo, e incluso no asistir a las terapias por tener que estudiar todo el día para aprobar el curso de turno ¿de verdad no podemos escamotear un par horas a la semana a ese estudio? ¿No podemos aplazar ese acontecimiento? Tal vez más tarde después del partido o cuando en efecto se aprueben con excelentes notas los exámenes y se consiga la carrera, pero mandemos todo a la porra porque tengamos un serio percance con el juego, nos parezca que hubiese sido mejor la posibilidad de una nota algo más baja a cambio de la tranquilidad de estar controlando adecuadamente esta terrible adicción que se lleva por delante, familias, futuros a priori maravillosos y lo que es mucho peor toda nuestra tranquilidad y felicidad.

Pero qué le vamos a hacer, somos humanos y además mayorcitos y por lo tanto tendremos que aprender a tomar nuestras propias decisiones y a asumir sus consecuencias tanto para bien como para mal. Lo lamentable es que al parecer en algunos casos las experiencias pasadas por otros es como si no valiesen para nada y sus avisos se tiran directamente a la basura como si tal cosa, ya sabéis esa suficiencia típica humana de “eso a mí no me pasará nunca”. De verdad que lo siento.

Hasta pronto.